Cultura

Bienal de Arquitectura propone valorizar a la cultura africana

Por: Alejandra Ortiz Castañares / La Jornada

Venecia, 2 de junio.- África resulta desconocido en Occidente, excepto por las noticias de las crisis políticas, ambientales y migratorias, y no obstante ser considerado el “continente del futuro”. Por ello, la 18 Bienal de Arquitectura que se realiza estos días en Venecia es una oportunidad para mirar a esa región y su diáspora, sin clichés, así como entablar una comunicación franca con este territorio.

Si Estados Unidos hasta hace poco había considerado a África tan sólo un problema, China desde hace dos décadas ha establecido una maciza influencia en la región por medio de préstamos e infraestructura, mientras Rusia tiene también una importante presencia en esa región.

África exige ahora una relación distinta con los inversionistas, ya que “no se limitará a seguir siendo una fuente de materias primas, sino un socio comercial equitativo”, según Albert Muchanga, comisario del Comercio de la Unión Africana.

Frente a estos cambios la bienal propone un modelo activo y propositivo de la arquitectura donde la cultura africana sea valorizada con un proyecto virtuoso de cambio.

El objetivo primordial del encuentro ha sido siempre reflexionar y dialogar sobre temas candentes de nuestro tiempo, en un foro de visibilidad global que marca tendencias. Extrañamente África, respecto a las artes plásticas, lo ha obtenido tardíamente. La exposición de arte contemporáneo Documenta de Kassel le dedicó la edición de 2002, al igual que la Bienal de Arte de Venecia en 2015, ambas curadas por el gran Okwui Enwezor (1963-2019).

En estos días, África en la Bienal de Arquitectura sigue teniendo una representatividad irrisoria en los pabellones nacionales: de los 54 países que conforman el continente, sólo Egipto y Sudáfrica tienen una sede estable. Níger este año es el único país adicional en participar, con un espacio descentrado en la isla de San Servolo.

De los 89 participantes la mitad son africanos y de la diáspora; los restantes, del llamado sur del mundo. La curaduría impecable en la que domina el color marrón presenta ideas frescas, desafiantes y críticas en contratendencia a la oleada derechista europea.

La novedad no está sólo en el origen de las personas, sino en sus aspiraciones, proyectos y prioridades. Estos son algunos de los proyectos que el público podrá conocer hasta el 26 de noviembre. El reto será observar si el modelo impactará positivamente en la arquitectura mundial.

New South, por ejemplo, recrea las sensaciones de un migrante parisino al volver a su casa en Argelia. Los muros domésticos se convierten en un yacimiento afectivo femenino. Cada miembro que llega “viene cuidado, nutrido, entretenido” y al irse “viene despedido con dátiles, medicinas, un tarro de miel” entre muchas cosas más.

Los modelos irregulares, sinuosos, abiertos, circulares, horadados de Adjaye Associates rompen con las moles herméticas y grandiosas de la arquitectura colonial. Se busca el regreso a la arquitectura tradicional como el Edo Museum of Western African Art, una recreación de la antigua Benin City.

DAAR, que fue el despacho ganador del León de Oro como mejor participación, muestra un proyecto centrado en la descolonización de la arquitectura fascista de Borgo Rizza, un poblado siciliano construido como parte de un plan de desarrollo en Sicilia durante el régimen fascista en 1940. Lo mismo hizo Mussolini en Libia, Somalia, Eritrea y Etiopía.

“La naturaleza, la fantasía, la resiliencia, han superado el pasado distópico de cada afroestadunidense”, según remarca el despacho neoyorquino UrbanAC basado en una práctica multidisciplinaria. Sus proyectos están pensados para crear ciudades más justas, como proponen en la instalación que recupera las historia de ocho habitantes del Black Belt de Chicago, que cambien este espacio de segregación en el sur de Chicago.

El famoso artista ghanés Ibrahim Mahama, conocido por cubrir edificios con costales de yute, muestra su estudio Red Clay en Tamale Ghana, que no es un espacio personal y solitario, sino público, porque “todos deben tener acceso al arte”. El artista adquirió la estación de ferrocarril de la Gold Coast de la época colonial y los viejos trenes del siglo XIX que está transformando en aulas, bibliotecas, espacios para residencias, etcétera.

El Hood Design Studio, compuesto por Walter Hood y la mexicana Alma Du Solier, que platicó con La Jornada, realizó un plan maestro de un pabellón para vender los cestos tradicionales con el fin de preservar el paisaje cultural “nativo” de los Gullah Geechees. Se refiere a la antigua comunidad de los afroestadunidenses esclavizados en las plantaciones de arroz, asentados en una enorme zona costera pantanosa (desde Wilmington, en Carolina del Norte, hasta Jacksonville, en Florida), que por inhóspita permitió la preservación de la cultura y lengua africanas por siglos contra las amenazas del actual crecimiento urbano, ahora protegido por haber sido declarado patrimonio nacional.


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