Opinión

Border Pop y la industria cultural en Tijuana

Por: Elizabeth Villa

Border Pop fue el término que el historiador Julio Álvarez Ponce decidió utilizar para nombrar al conglomerado de manifestaciones artísticas que tuvieron una visibilidad bastante notable en la escena cultural tijuanense al arribo del siglo XXI. La planificación de su libro, Del grito creativo a los mundos pequeños: Producción artística e industria cultural en Tijuana (1996-2015), derivó tanto en la conformación de una colección como en una exposición montada en el Museo de Historia de Tijuana en el año 2019. Acorde con la multidisciplina como rasgo de la generación artística a la que el mismo investigador pertenece, la presentación de su trabajo se diseminó a través de la escritura, la museografía y el repositorio documental.

El texto que se condensó en forma de libro abarca casi 150 páginas organizadas de tal manera que también el estilo de su discurso alude a la multiplicidad. Tanto la presentación, realizada por la antropóloga Lorenia Urbalejo, como la introducción y el primer capítulo siguen el formato de un estudio académico que de manera objetiva explican el contexto global y local dentro del cual una generación de creadores tijuanenses construyó nuevas formas de  proyectarse en el mercado del arte. El tono académico va atenuándose a medida que avanza la indagación. Así, a partir del segundo capítulo puede distinguirse que el autor hace uso de la exposición historiográfica y del testimonio para acercarnos a la experiencia de los hechos vividos. Finalmente, el libro cuenta con una adenda que narra la planificación de la exposición Border Pop y las decisiones que el académico/investigador/curador tuvo que tomar a fin de presentar una lectura museográfica que reconstruyera la historia de los colectivos incorporando la visión de cada espectador.

Es notable el empeño del autor para reconstruir discursivamente tanto el fenómeno como las vocaciones de los protagonistas que estudia, considerando que su trabajo quiere definir de alguna manera a sujetos cuya trayectoria se movió constantemente entre distintas disciplinas, proyectos y colectivos. En su apoyo, el historiador echa mano de investigaciones que le preceden y que definen algunas conceptualizaciones útiles tomadas del argot de los negocios, como «glocal», que alude a una forma de adaptar las tendencias mundiales a un mercado regional; es decir, pensarse dentro de un mundo globalizado pero desde la circunstancia local. En cambio, otras terminologías, como «Do it Yourself» y «New Freaking Scene», proceden de la literatura académica y de ficción, de autores como Claudia Sandoval y Rafa Saavedra. De esta manera, el texto pone de relieve la existencia de un metadiscurso que, como a la mayoría del arte contemporáneo, no solo acompaña sino que forma parte del montaje mismo.

Además de definir la escena artística local, el texto se detiene en la identificación de algunos episodios nodales para la conformación del proceso histórico estudiado. Posiciona su inicio en el Festival InSite de 1992, cuya organización, a decir del investigador, habría «puesto en marcha la profesionalización del arte hacia un mercado internacional». A partir de entonces Tijuana se convirtió en una marca y un producto, susceptibles de ser exportados al mercado del arte fuera del país. Esta posición del artista como un hacedor de productos vendibles, bajo la denominación de una marca llamada «Tijuana» o «arte fronterizo», es precisamente uno de los episodios que en 2004 provocó una escisión importante en los actores de la new freaking scene. Julio Álvarez documenta las dos posiciones de parte de los creadores, polarizadas entre la disyuntiva de resistirse o abrir su arte al libre mercado, lo cual interpreta como una resistencia o adhesión al neoliberalismo. Aunque en el libro no se desarrolla una postura claramente crítica a este fenómeno, sí se presentan todas las pistas para entenderlo como una transposición de la lógica económica instaurada en esta frontera desde el Programa de Industrialización Fronteriza a mediados de la década de 1960 y que incentivó la maquila de exportación.

Otro de los episodios es el que registra la segunda crisis importante, hasta ahora, para estos colectivos artísticos. Incluso, es el origen del mote «mundos pequeños», para designar la inconformidad que mantuvieron estos creadores ante la designación de Virgilio Muñoz a la dirección del Centro Cultural Tijuana (CECUT) por el periodo 2009-2013. Desde una posición claramente asumida como protagonista de los acontecimientos, el autor considera que el descobijo que vivieron los artistas después del incidente de oposición a la dirección del CECUT tuvo un saldo positivo en la evolución de sí mismos como autogestores de sus propios emprendimientos. Si bien la investigación demuestra que se trató de una generación de creadores que incubó su proceso de crecimiento al amparo de varias instituciones (CECUT, UABC, COLEF, IMAC), fue el rompimiento con una de ellas lo que les llevó a convertirse en empresarios culturales independientes. De ahí que el balance final presentado por el autor se vuelque más hacia la valoración optimista de las juventudes como armas para la transformación.

El trabajo de Julio Álvarez Ponce se trata, sin duda, de un documento inédito que identifica, describe y se asoma a la crítica del rol asumido por su propia generación en su posición de agentes constructores de la identidad fronteriza. Se trata de un estudio atravesado por varias intensidades que van desde la necesidad de historiografiar y reconstruir una memoria, hasta la terapéutica que resulta el narrar un proceso en cual un autor se reconoce plenamente implicado.

Julio Álvarez Ponce
Del grito creativo a los mundos pequeños. Producción artística e industria cultural en Tijuana (1996-2015)
Tijuana, Nortestación Editorial, 2021, 149 pp.

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