Opinión

El último lector | El diamante luminoso del eclipse 

Por: Rael Salvador

Observo su boina beat —guevarista, remarcando el existencialismo californiano— y me vienen a la cabeza su proyecto de ilustrar “El túnel” de Ernesto Sábato (el viejo Sábato, quien recibía los artículos del Che Guevara para el emblemático semanario Marcha de don Carlos Quijano, antes de su clausura, implementada por la dictadura militar uruguaya, el año de 1974), bosquejos de un corazón profundo, oscuro, afectado por los impulsos siempre quimérico de la narración… donde se contribuiría a vitalizar las artes del trazo, la economía histérica del crimen y la marcha volátil de los hechos, como lo hace Juan Pablo Castel —personaje y voz narrativa de la novela mencionada—, ofreciéndole imagen a la literatura y redoble al oficio de Héctor García Mejía.

Le he dicho que, con esa resolución de velocidad aplicada —imaginación en vórtice—, es su propio discípulo: dibujos que rememoran a los maestros chinos, quienes desde siglos atrás nos embriagan con un solo movimiento y una sonrisa eterna.

Tenemos que comprender aquello que se ofrece como percepción y se transmuta alegoría: múltiples escenarios reconstruidos en abecedarios cromáticos (los mil y un mandamientos del color y sus matices), donde temáticas y volúmenes, formas y planos, capas —a veces de una válida superposición de negativos— y posiciones, luminiscencias y profundidades, texturas y nebulizaciones, resultan de un contacto y una intuición, de un objetivo al ojo fijo o un silencio más paralizante todavía —una ceguera insonora (con música de Pink Floyd, la sangre del cosmos como ruido de fondo), un parpadeo de alas bajo las aguas del sueño—, y muy poco de lo que hablan y hablan y hablan aquellos que, al precio de la razón y su juego de espejos —apiadados en la ridiculez asociativa de una interpretación vigorosa, pocas veces escrita con propiedad profesional (cuando se escribe, cuando se publica)—, desean entenderse con las fotografías como un hecho aparte de la naturaleza y quienes la registran.

Hace falta una dosis de escepticismo, muchas horas de admiración y recorrido vivo, ser un trashumante sideral, un apátrida del confort, pata de perro, paparazzi de caprichos personalísimos, voyeur de ventanales universales, gitano de la Kodak, Cortázar con una cámara como corbata, hombre (Man) rayando a lo Ray, Kubrick en el abismo del visor…

A inicios de los años 90 estuve en Venice Beach (Los Ángeles, CA) con mi amigo Héctor García Mejía, quien venía de la presentación editorial de “Rider on the Storm”, libro biográfico de John Densmore (baterista de The Doors), y recorrimos las huellas poéticas dejadas a la luz de la Luna por Jim Morrison, pasos de un principio y un final encomiable, hasta llegar al mítico London Fog, para luego pasarnos a emborrachar en el Whisky a Go Go (acontecimientos que narro y puntualizo en mi libro “KATA TON DAIMONA EAYTOY / Recuerdo del héroe llevado por su demonio”, Editorial Palabra-El Vigía, 2022).
Años de sumergirme en la puntualización de sus exploraciones, apuntes en mano —sus pecaminosas justificaciones con la sombra, sus hermosos diálogos con la luz, sus meticulosos argumentos en contra de cualquier escombro visual—, comprobé que, de sus urgencias con la imagen —a partir de los trazos y líneas en el espejo de su mente—, hacía meditadas realidades fotográficas.

La desplegar el lápiz es dar tránsito a la luz; como en el ritual de los nacimientos, quebrar un Sol no es otra cosa que ofrecer alivio a una imagen.

raelart@hotmail.com

Related Posts