Opinión

El último lector | El periodismo es un arma para salir al mundo

Por: Rael Salvador

Yo no sé. Lo veo y me da gusto.

Puntas en tinta, bigotes al hombro (todo pelos, casi alas).

Ante tanta sobrada belleza, Nietzsche es un insípido figurín en cualquier solitario crepúsculo dado a la tristeza.

Podríamos confundirlo con Gurdjieff en juerga, pero su metafísica es marxista.

Se trata de Martín Caparrós, que ha sido galardonado esta semana con el Premio de Periodismo Ortega y Gasset a la Trayectoria (2023).

Lo veo, lo leo, bebo cerveza y, con ese gusto de quien abarca el Living de los multitemas —anarquía, literatura, política, humanismo, poesía, cocina, religión, futbol, medio ambiente, hambre—, como, devoro, trago, degusto al hombre, al escritor, al periodista, al historiador, al amigo. Actualizo mis emociones: ofrezco algo a mi vida: insignificancias poderosas: letras, lumbre, pan, tormenta, carne abierta, un dedo, dos, tres, batiendo el alma, o vaya a saber uno qué.

El enfant que ha dejado de ser terrible: dulces ojos de violencia desarmada. Vivo mortal, con elegante bastón —quien recorrió el planeta paso a paso, ahora se desplaza en silla motorizada—, refiere que el periodismo es “una de esas profesiones en las que siempre hay alguien que, cuando haces algo bien, te pone a hacer algo distinto”.

—Nada, mamá, Óscar tuvo una pesadilla.

(Para lo anterior, hay que tener leída la página 57 de la novela que le dio el Premio Herralde 2011).

Mirada suya, que va contra la forzada amabilidad del oprimido, del maldormido y malamado, del malcomido y malparido, ese al que no le queda de otra, diciendo: “Siglos de sonreír al blanco se volvieron cultura”.
Lo leo, lo escucho, lo veo (en sueños de rebelión peleada) y lo persigo en Filipinas (hotel en cuarentena, con Manny “Pacman” Pacquiao, héroe en un típico país latinoamericano en Asia, con gripe chancha y millonadas de pobres), en Pamplinas, en línea, en bibliotecas y en librerías.

Tras su paso voy, afilando el rumbo; sus libros, huellas provocadoras.

Me falta mundo, tierras infectas de protocolo, como México —muy orondo, en una oficialidad ruin cercada de pobreza— que Caparrós ha tocado: Nigeria, Islas Marshall, India, Australia, Mongolia, Estados Unidos, Argentina, Marruecos, Brasil y tantas más, que de izquierda traza contrarios, en lucha, diferentes a cualquier versión aceptada en tribunal, para reconfigurar la cartografía del consumo, rostro maltrecho a la luz de la ambición, la sevicia y la avaricia, en algo más que la sucia espuma negra del combustible fósil y otras peligrosas especias en extensión, como la ecología nuclear de Al Gore-Gore.

Decía: de calva estricta, parece un señor propenso a generar pelo en otras partes, y, a quien corresponde, pelea.

Astuto y vago, de nacimiento curioso —hijo de un buen amigo del Che, su padre —, para la edad que le avanza con los sueños, su espíritu disfrazado de carne —jamás como una momia que canta— no se quedará, téngalo por seguro, en “Los Living”, en “Ñamérica”, en “Sarmiento”, en “Todo por la patria”.

Escritor, pose la característica común de argumentar, como periodista, que la historia la escriben los mentirosos.

Periodista, anuncia que ser un auténtico Escritor es un título de nobleza, y más allá de esa caricia: “Un arma para salir al mundo”.

Historiador, emite noticias donde sobresale la obscenidad del mundo, y a pesar de que lo disfruta mucho, tiene muy presente la desigualdad extrema entre ricos y pobres, porque ignorarla es lo que lo haría un canalla.

¡Enhorabuena, Martín!

raelart@hotmail.com

Related Posts