Opinión

La agenda post-pandemia para las mujeres

Por: Mayra Moreno / Donde cruzan las brujas

La agenda post-pandemia para las mujeres, es una agenda que tendrá que estar basada en reconstruir la confianza en las instituciones, en la comunidad y en los sistemas sociales. Una agenda que parta desde la visión de nosotras las mujeres.

El 7 de abril se conmemoró el Día Mundial de la Salud, el llamado durante esta conmemoración por parte la Organización Mundial de la Salud fue la de construir un mundo más justo y saludable; desde esta visión la justicia y la salud son dos elementos necesarios para la reconstrucción del mundo luego de que el COVID-19 devastó a prácticamente todos los países y generó una de las crisis sociales más catastróficas del siglo XXI. Una crisis que dejo al descubierto la desigualdad y la vulnerabilidad de los sistemas sociales y económicos mundiales. Si bien es cierto, el COVID-19 generó efectos hasta en países con altos niveles de vida y acceso a salud, la realidad es que aún se están comenzando a documentar y comparar la capacidad destructiva del virus en las regiones y los países.

Dos efectos altamente documentados hasta el momento son los altos niveles de mortalidad y el decrecimiento económico, tan sólo en 2020 cerca de 2 millones de personas perdieron la vida por el llamado Coronavirus mientras que de acuerdo al Banco Mundial la actividad económica decreció un 7% a nivel mundial afectando especialmente a países de bajos ingresos. Aunque pareciera que los efectos negativos son homogéneos, la realidad es que entre los sectores de población más impactados negativamente por la pandemia se encuentran las mujeres, se calcula que post-pandemia habrá 118 millones de mujeres y niñas de Latinoamérica en situación de pobreza. La tasa de desocupación será del 15.2%, mientras que la tasa de ocupación en actividades de trabajo doméstico será del 14.3%. El 77% de las mujeres que han operado en la informalidad, sobre todo aquellas pertenecientes a sectores históricamente marginados como las mujeres indígenas, afrodescendientes y las que se encuentran en procesos en movilidad humana (migración forzada y solicitantes de refugio) se verán mayormente afectadas por la crisis.

Aunado a la carencia económica y la falta de oportunidades, las mujeres están viviendo un aumento en los niveles de violencia doméstica, un incremento en su carga de responsabilidades como cuidadoras y por el llamado teletrabajo y, por tanto, mayores niveles de exclusión y retroceso en los espacios ganados por ellas y para ellas. De acuerdo a datos de ONU Mujeres el 35 por ciento de las mujeres en el mundo han sufrido violencia, con el COVID-19 estos niveles de violencia se intensificaron por el aislamiento y por las múltiples condiciones en las que se encuentran las mujeres y las niñas a raíz de la pandemia, confinamiento con el agresor, limitaciones de movilidad, condiciones de vida limitadas y espacios públicos desocupados.

Por todo lo anterior, las prospectivas para algunos grupos de población como las mujeres, no son positivas, de acuerdo a la encuesta sobre “El impacto de la pandemia del coronavirus en la desigualdad” encabezada por OXFAM Internacional, el 87% de los participantes consideró que la pandemia del coronavirus incrementará los niveles de desigualdad en su país, el 56% opino que incrementará la desigualdad por razones de género y el 66% que incrementará la desigualdad racial. La desigualdad será una constante en las perspectivas del futuro, sobre todo para aquellos que la sufren.

Es por ello que, para generar estrategias de cooperación internacional, cada año los líderes del mundo se reúnen en un evento en el que discuten el futuro de los países.  Davos, Suiza es el espacio en el que anualmente se definen los criterios de colaboración hacia el futuro. Este año 2021, la agenda de Davos, estuvo centrada en desarrollar soluciones para reconstruir el mundo post pandemia y el elemento central fue reconstruir la confianza.  La confianza de acuerdo a esta dialogo de alto nivel, tendrá que estar fundamentada en la cohesión social, la cual fungirá como mecanismo para asegurar la inclusión, el sentimiento de pertenencia y la disposición para participar y ayudar a otros, con el único propósito de generar sociedades resilientes que permitan no dejar a nadie atrás.

Dentro de este esquema hay temas puntuales por abordar, el primero de ellos son las medidas que deberán adoptar los gobiernos del mundo para disminuir las brechas de desigualdad, la primera medida será mejorar el acceso a servicios de protección social, algo complejo cuando un importante número de mujeres en la región de Latinoamérica se ocupa en el sector informal y no tiene acceso a sistemas de salud pública, de vivienda, de retiro y de ahorro. Aunado a estas limitantes las mujeres aún tienen un largo recorrido para conquistar el acceso pleno a una vida libre de violencia. Los datos de violencia de género en el mundo y particularmente en países como México, siguen siendo alarmantes.

Asimismo, la crisis del sistema de cuidados será algo que tendrá que reconsiderarse, la pandemia rebasó la capacidad de las mujeres de desempeñarse en roles distintos a los del hogar cuando bajo su responsabilidad se encontraba la de ser cuidadoras primarias, maestras, médicas y proveedoras. Todos estos factores en conjunto, limitaron y están limitando la capacidad de las mujeres para alcanzar el pleno ejercicio de sus potencialidades. Es por ello que la ambiciosa agenda de salud y de cooperación internacional no podrá lograrse sin nosotras las mujeres. Es bien sabido que somos las mujeres mejores tejedoras de la cohesión social, de nosotras resulta la capacidad de crear vínculos de pertenencia en el hogar y la comunidad.  Por lo tanto, mientras que los gobiernos del mundo ignoren la agenda de las mujeres, ninguna reconstrucción será posible. Las mujeres necesitamos confiar, necesitamos ser escuchadas y reconocidas en nuestras múltiples facetas. Reconstruir el mundo post-pandemia no será fácil, pero será más sencillo contando con un ejercicio dialógico que nos contemple a las mujeres.

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